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In Memoriam

El vuelo de Paco
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El vuelo de Paco

lunes 12 de septiembre de 2016, 07:00h
Hay gentes de Pozuelo que cuando se van dejan un recuerdo imborrable. Es el caso de Paco Díaz. Una gran persona. Un gran padre, esposo y amigo. El hombre incansable que hace más de tres décadas echaba a volar El Búho en el corazón del pueblo forma parte de nuestra vida.
Paco en las Fiestas Patronales de Pozuelo. Con su hijo Paco y unos amigos. Año 2015.
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Paco en las Fiestas Patronales de Pozuelo. Con su hijo Paco y unos amigos. Año 2015.
Con el paso del tiempo, como las aves migratorias, decidió surcar los cielos -de eso hace ya 22 años- y posarse con los suyos en un nuevo nido sobre lo que en otro tiempo fue barriada de las afueras de Pozuelo. Juntos y con mucho esfuerzo lo lograron a pesar de las fuertes rachas de viento que hacían temblar su árbol; un hogar tan acogedor como el de la Carretera de Carabanchel. Con salón para recibir a los amigos -varias generaciones de pozueleros- algo más pequeño pero muy confortable.

Como al principio Paco Díaz abrió de par en par las puertas y las ventanas de su casa para tirar cerveza y servir aperitivos que parecían almuerzos y para -como he leído por ahí- disputar la tercera parte del partido de los domingos. Aunque en El Búho todas las partes eran buenas. Por la mañana, por la tarde y por la noche.

El alma de un bar con solera puso de moda en los años ochenta muchas cosas: las bolitas gusanito, los vasos grandes para la cerveza -reparadora con limón- y el calimocho, los juegos de mesa y, sobre todo, la formación de equipos de fútbol en Pozuelo. Era un gran aficionado al deporte rey y su entusiasmo le llevó a convertirse en todo un mecenas. Además de coleccionista de trofeos y miniaturas de ojos grandes.

En El Búho uno crecía sin darse cuenta. Como Paquito, cerca del grifo de cerveza, bajo la atenta mirada de su madre. La gran mujer detrás del hombre. Los del barrio -y los de más allá- acudíamos al luminoso salón que no teníamos en casa. Nosotras con jersey de rayas y el pelo cardado. Ellos con camisas estampadas. Bebíamos, comíamos y sobre todo reíamos. Al calor de la amistad -y del amor- en un bar ¡Cuántos búhos regaló Paco a las parejas que se iban a casar!

Ahora me lo encontraba por las calles de Pozuelo; del viejo y del nuevo. De mi ciudad y de su pueblo. De compras o de paseo con Sole. Detrás de la barra que se resistía a abandonar. Me va a resultar extraño no verle por allí. No hace mucho dejamos una conversación más larga pendiente. Para Galería de Vecinos. No va a poder ser. Su inconfundible vozarrón se ha apagado. Queda su legado. Y los buenos momentos compartidos. DEP
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