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El año de Sylvia García
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El año de Sylvia García

martes 27 de septiembre de 2016, 07:00h
El deportista ¿Nace o se hace? En el caso de Sylvia García las dos cosas. Su padre fue integrante del primer equipo masculino de gimnasia en representar a España en unos Juegos Olímpicos; los de Roma 1960. Tenía 20 años. Tras competir un tiempo comenzó a preparar gimnastas y llegó a ser entrenador y seleccionador del equipo nacional femenino. Su madre fue juez internacional y tuvo una escuela de gimnasia en Aluche.
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Con estos genes sería extraño que la Directora Técnica del Club de Gimnasia Artística de Pozuelo de Alarcón no fuera deportista. En el más amplio sentido de la palabra. En primavera corrió la Maratón de Paris (42 kilómetros), en verano comentó las Olimpiadas desde Río de Janeiro y ahora en otoño vuelve al avión. Esta vez con destino a África. Quizás para hacer historia. Como los suyos.

A la de su padre le dedicó una biografía por ser un deportista atípico; un niño inquieto que disfrutaba colgándose de los toldos de las casas. Quien no lo pasaba tan bien era su familia. Hasta que su tío le apuntó al gimnasio Moscardó para profesionalizar su afición. Dice Sylvia que en esos tiempos mozos compartió entrenamiento con Joaquín Blume cuando el deportista catalán vivía su mejor momento profesional. Antes de que perdiera la vida en un accidente de avión y antes de los Juegos Olímpicos de Roma. Aquello supuso un duro golpe para todos los compañeros y con su ausencia el primer equipo masculino de gimnasia artística participó en la cita olimpica. Abriendo caminos.

El suyo lo ha recorrido con tesón. Desde su etapa escolar en las teresianas hasta su labor en la concejalía de Deportes de Pozuelo de Alarcón. Criada entre potros, trampolines, barras de equilibrio y colchonetas tenía muchas papeletas para ser gimnasta. Así que se dejó llevar y participó en diferentes competiciones ganando alguna que otra medalla con el Club de Gimnasia Deportiva Aluche. Hasta que una tarde cualquiera se olvidó de quitarse el chándal.

- ¿Cuándo descubres que quieres ser entrenadora de gimnasia?

Yo empiezo a hacer gimnasia en la escuela que mi madre tenía en el barrio de Aluche. Tras las clases pasaba la tarde con mi hermana en el centro de trabajo familiar y las dos comenzamos a entrenar. Cada una en una modalidad diferente. Yo comencé en la sección de deportiva -hoy artística- y Mónica en la de rítmica. Durante unos años me preparaba a diario y acudía a las competiciones en representación del club. No se me daba mal pero con 16 o 17 la competición dejó de motivarme. No era eso lo que quería. Lo que me gustaba era ayudar y enseñar a las niñas pequeñas. Así que lo empecé a hacer desde dentro, en mi grupo de entrenamiento. Yo iba todos los días a la escuela con el maillot y el chándal. Ayudaba un rato y luego me quitaba el chándal y me ponía a entrenar. Hasta que un día me di cuenta de que no me había quitado el chándal. Dejé de ser gimnasta y me había convertido en entrenadora. Bueno... en ayudante (risas).

- ¿Cómo te preparas a nivel académico para hacer realidad tus deseos profesionales?

Yo quería ser entrenadora de gimnasia. Eso lo tenía clarísimo. A los míos les pareció bien pero me aconsejaron que pasara por la universidad para obtener una formación superior. Para mí estudiar Educación Física era lo más parecido a ser entrenadora de gimnasia por eso decidí presentarme a las pruebas de INEF. Quizás con la ventaja de hacer estado en activo hasta hacía poco pero con otros inconvenientes. Tuve que prepararme bien sobre todo natación -no me ahogaba no sabía estilos- y carrera porque la velocidad no era mi fuerte. Cuando me admitieron no imaginaba que aprendería todo lo que aprendí. Reconozco que con 18 tiernos años lo único que quería era cubrir expediente y tener una titulación para ser entrenadora de gimnasia. No sabía valorar nada más. Me alegraré siempre de haber pasado cinco años por la universidad y no sólo por la experiencia académica; también por la humana.

- Además en INEF se tocan muchos palos ¿No?

Muuuuchos. Y por cierto algunos se me dieron fatal (risas). Yo lo más cerca de un balón que había estado había sido en la playa así que imagínate lo que supuso para mí jugar al fútbol y al baloncesto. Lo bueno es que descubrí otros deportes y la parte de pedagogía y psicología que nunca me había cuestionado. Podía haberme sacado el título de entrenadora nacional a través de cursos de la Federación pero también haciendo la maestría en INEF.

Después vinieron un Master de Alto Rendimiento en el Comité Olímpico Español y un curso de Juez Internacional de Gimnasia Artística. Tras un parón académico para formar la Escuela de Gimnasia Artística de Pozuelo y su propia familia -tiene dos hijas, sus lindas, Marta y Vega- llegaba un Master de Coaching y Liderazgo. Sylvia lo define como una formación transformadora y asegura que ha supuesto un punto de inflexión en su carrera. "Buscaba una herramienta que me ayudara con las gimnastas y encontré algo que cambió mi forma de ver la vida y que me hizo replantearme el entrenamiento y la forma de organización".

A la responsable de Gimnasia Artística en Pozuelo no le gusta aislar el deporte en la parte física y prefiere hablar de educación integral. En su caso de los niños y las niñas que acuden a la escuela y que son capaces de enfrentarse a retos, gestionarlos y afrontarlos. Quitando dramatismo al asunto.

- A propósito de la Escuela de Gimnasia Artística de Pozuelo ¿Cómo fueron sus comienzos y los tuyos en el área municipal de deportes?

Cuando estaba estudiando INEF nos trasladamos a vivir a Pozuelo. Yo conocía la ciudad porque salía por aquí con Belén Diez, amiga desde entonces y compañera en la concejalía. Lo primero que descubro es que se cuida el deporte y que hay un Club de Gimnasia Rítmica que funciona muy bien. Estaba en tercero de carrera cuando me presenté en las oficinas del entonces Patronato de Deportes para dejar un curriculum ¡Imagínate! y hablé con su directora técnica. A los quince días hubo una baja y Milagros me llamó para ver si podía dar unas clases de mantenimiento. Tuve muchísima suerte. Luego enganché una sustitución con otra y seguí dando clases. Pero yo no renunciaba a mi vocación de ser entrenadora de gimnasia artística. Tanto insistí con los responsables municipales que me dejaron poner unas colchonetas y una barra en un trocito del polideportivo El Torreón. Para empezar a dar clase y crear una escuela. Recuerdo que se apuntaron 20 niñas. Pero después fueron 50 y luego 75. Hasta que aquello se quedó pequeño y nos trasladaron al módulo de El Pradillo.

Pozuelo, Paris, Río de Jaineiro y Chad

Todo eso ocurría a comienzos de los años 90 del pasado siglo. Cuando había que poner y quitar a diario los aparatos y el material porque el módulo era compartido. Hoy la Escuela de Gimnasia Artística de Pozuelo tiene alrededor de 300 alumnos y sala de entrenamiento propia con una dotación excelente; algo parecido a un centro de tecnificación. Para Sylvia todo se ha logrado con ilusión y el apoyo del Ayuntamiento. La misma que le hizo crear con la ayuda de varias madres el Club de Gimnasia Artística para representar a Pozuelo en las competiciones para que no se referíeran a las chicas como independientes. "Yo por entonces no tenía ni idea y ahora miro esos años con mucha ternura".

- En los últimos años la Gimnasia Artística de Pozuelo ha cosechado grande éxitos y en la actualidad ¿Qué tal va la cantera?

Muy bien. La escuela está llena y hay muchos pequeños en lista de espera. En cuanto al club vamos poco a poco. La verdad es que se tarda años en hacer un gimnasta de competición. Lo que nos ha funcionado con las niñas lo vamos a hacer con los niños. Es el semillero; es un grupo de niños pequeñitos a los que se les da una formación más específica de artística pero de forma lúdica. Luego ellos y ellas pueden seguir y ampliar horas de entrenamiento o prepararse para competiciones en las divisiones A y B dependiendo del nivel técnico. Desde el principio hacemos saber a las familias es un deporte sacrificado en el que con el tiempo hay que hacer elecciones que no renuncias. Tienes que estar totalmente enamorado y loco por este deporte porque de lo contrario el esfuerzo no compensa. Se trata de entrenar por el mero placer de hacerlo y de conseguir metas y retos; no medallas.

- Hablando de medallas. Unas cuantas has visto de cerca en Río de Janeiro ¿Cómo surge lo de ser comentarista de TVE?¿Qué tal la experiencia?

Paloma del Río me llamó para contarme que la compañera que suele comentar con ella las retransmisiones de gimnasia artística, Nines García, no viajaría a Brasil y me propuso acudir en su lugar. No me lo podía creer. Hace tiempo le hice una sustitución en un campeonato de Europa desde Torre España pero eso era diferente... unos Juegos Olímpicos. Madre... se me paró el corazón. Ella me dijo que no me preocupara; que sólo tenía que hablar de gimnasia y que de eso sabía. La idea era aportar un punto de vista técnico. Tenía tres días para pensarlo. Y pensé nunca he estado en unos juegos... nunca he vivido unas olimpiadas desde dentro... es una oportunidad para Pozuelo y para llevar el nombre de Pozuelo a unos Juegos Olímpicos. Así que dije sí y casi no llego. Me cancelaron el vuelo y llegué con dos días de retraso. Cuando me quise dar cuenta tenía puestos los cascos y haciendo la primera intervención. Recuerdo que estaba muy nerviosa y que quería salir corriendo. Luego me fui tranquilizando con la ayuda de Paloma y de compañeros del centro internacional de prensa. Luego descubrí el poder de la acreditación de prensa que me abría todas las puertas. La experiencia ha sido maravillosa y tengo una buena colección de anécdotas. Pero lo más importante es la lección aprendida: de vez en cuando hay que dejar que la vida te sorprenda y estar disponible para cuando las oportunidades vengan. Me ha venido bien salir de mi zona de confort y moverme por una ciudad sin tener nada bajo control. Eso me ha hecho vivir en permanente estado de alerta.

En otro estado estaba a pocos kilómetros de la meta de Paris. Confiesa que las mejores ideas las ha tenido corriendo y así se le ocurrió preparar una de las pruebas deportivas más importantes del mundo. Con el objetivo de acabarla. Porque estaba cansada de ser sólo espectadora. Porque una maratón era la mejor despedida si hacía caso al médico y debía bajar el ritmo. Pero casi no lo consigue. Sus piernas no obedecían las órdenes de su cerebro en el kilómetro 40 de carrera y se movían como las del chico que hemos visto estos días en televisión. Pero su hermana no estaba allí para ayudarla. No sabe de dónde pero sacó fuerzas, mantuvo la calma y terminó la Maratón de Paris. Entró en meta corriendo y nada más cruzarla se puso a llorar como una magdalena. Después envió una nota de voz -entrecortada- a sus gimnastas de Pozuelo.

- Tu próximo reto es montar una escuela de gimnasia artística en un país remoto de África ¿Cómo es eso?

Hace dos años empecé a colaborar con la Fundación Ramón Grosso. Me contaron sus proyectos humanitarios. Uno de ellos relacionado con la construcción de pozos de agua en Chad que cuesta 1.500 euros y cambia la vida de los habitantes del país africano. Sobre el terreno trabaja el padre Camille; un jesuita chadiano muy preocupado por el futuro de las niñas en lugar de mayoría musulmana y donde el absentismo escolar es muy elevado. El religioso se ha propuesto crear una escuela de gimnasia artística desde que estuvo en el Campeonato Internacional celebrado en Pozuelo y quedo maravillado. Tan seguro está de lograrlo que ha comenzado a levantar un pabellón de entrenamiento de 6 metros de ancho por 10 de largo. Hace poco compartimos una cena benéfica en Las Rozas y acaba de escribir para confirmarme que ya tengo visado para desplazarme a la zona. En poco más de un mes me marcho a Chad y si logramos montar una escuela aunque no sea de alto nivel quizás podamos llevar niñas chadianas a los Juegos Olímpicos.

Acabamos nuestra conversación hablando de la americana Simone Bales y de hackers rusos. De bailarinas haciendo acrobacias y de acróbatas que están cambiando la gimnasia artística. De mujeres rotas a las que se ha instruído con el único fin de hacer máquinas de gimnasia y de que eso no puede volver a pasar. A mí me parece un buen final.

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