Durante el invierno llevamos los pies protegidos, no sudan tanto como en verano y el calcetín o las medias los protege, pero en poco tiempo tendremos temperaturas veraniegas y seguro que nos surgen varias dudas.
La primera de todas es si debemos llevar el pie descubierto o, por el contrario, es mejor tenerlo protegido. Muchas veces nos sentimos más cómodos con un calzado abierto o incluso pasando el verano con chanclas, pero esta comodidad puede ocasionar problemas: “Es conveniente –explica Esther- que usemos este tipo de calzado para andar por un terreno plano. En el caso de que vayamos a estar en un terreno con piedras, arenas… lo más adecuado es usar un calzado cerrado, eso sí, que traspire bien para evitar una excesiva sudoración”. Además, la experta en podología recomienda escoger un calzado con una suela resiste que evite aumentar la tensión en la fascia plantar, el tendón de Aquiles o los gemelos. “Desaconsejamos el uso de chanclas de manera continuada y durante tiempos prolongados por la inestabilidad que generan, ya que pueden modificar el patrón de la marcha. Con las chanclas se dan pasos más cortos y los dedos tienden a agarrarlas lo que favorece la formación de dedos en garra y tensiones en la fascia plantar, lo cual deriva, en fascitis plantar”, apunta González.
Lo mismo que ocurre en invierno con los zapatos, a la hora de escoger sandalias, es necesario apostar por aquellas que tienen las siguientes características:
Otro punto importante que hay que tener en cuenta en los meses de primavera y verano es la hidratación. “Debemos ser más estrictos en este aspecto para evitar la formación de grietas o heridas producidas por la sequedad de la piel. Estas lesiones pueden ser la puerta de entrada a infecciones, hongos y papilomas”, continúa Esther. Para ello, es conveniente utilizar cremas específicas para los pies y aplicarlas por la noche antes de dormir.
Y ahora solo queda… ¡disfrutar del buen tiempo!