Aunque hemos avanzado mucho en cuanto a igualdad de género, la sociedad sigue teniendo expectativas muy marcadas sobre el papel de la mujer en la familia y en la crianza de los hijos. Así, la maternidad se ha considerado históricamente como una responsabilidad exclusiva de las mujeres y, a pesar de que hay muchas mujeres que optan por no ser madres o que comparten la carga de la crianza con sus parejas, sigue habiendo una elevada presión social sobre el género femenino por cumplir con este rol.
A esa carga inicial, además, debemos sumar los numerosos cambios físicos y emocionales que se producen durante la gestación y posterior parto y que pueden ser difíciles de afrontar para muchas mujeres, especialmente en el caso de las madres primerizas.
Entre los cambios físicos más comunes se encuentran, por ejemplo, el aumento de peso, la fatiga, la falta de sueño, la lactancia y las cicatrices del parto. A nivel emocional, por su parte, es común que las madres se sientan abrumadas, tristes, ansiosas o incluso desvinculadas de su hijo en los primeros días de vida. Además, la maternidad puede afectar a la autoestima y a la identidad personal de las mujeres, ya que a menudo se sienten juzgadas por su incapacidad de cumplir con la imagen ideal de madre perfecta que se espera de ellas y experimentan pensamientos negativos que les hacen dudar de su papel, de la viabilidad del embarazo, de los riesgos del parto, etc. Pero, ¿es esto normal?
La respuesta es sí. Es común sentirse triste o desvinculada de un hijo en sus primeros días de vida. La llegada de un niño conlleva un gran cambio en la vida de las mujeres y es normal que se sientan desbordadas y necesiten tiempo para adaptarse a su nueva situación. Además, resulta una época complicada emocionalmente que puede desencadenar trastornos psicológicos como la depresión postparto, la psicosis o el trastorno de ansiedad de forma más frecuente de la que pensamos.
Este tipo de alteraciones pueden causar gran impacto no sólo en la vida de las mujeres que los experimentan, sino también en la de sus familias. Los síntomas pueden incluir tristeza, ansiedad, insomnio, cambios en el apetito y pérdida de interés en las actividades diarias, así como cambios de humor extremos, pensamientos autolesivos y dificultades para vincularse con el bebé.
La psicosis posparto, aunque mucho menos común, es un trastorno que puede ser muy grave. Esta alteración puede causar alucinaciones, delirios y pensamientos suicidas, y es fundamental que las mujeres sepan que estos trastornos son comunes y pueden ser tratados, y que buscar apoyo no es un signo de debilidad. Hablar de estas emociones puede ser de gran ayuda para aceptarlas y superarlas.
Por su parte, a nivel social, las decisiones que toman las madres con respecto a la lactancia, el trabajo y otros aspectos de la crianza de los hijos son a menudo objeto de juicio y crítica por parte de los demás. Es importante entender que son decisiones totalmente personales y que debemos respetar a cada madre sin juzgarla. Cada mujer debe tomar la decisión que considere que es mejor para ella y su familia.
La maternidad es, en conclusión, una experiencia compleja y a menudo desafiante. Los expertos de TherapyChat desmienten a continuación los principales mitos asociados a ella: