Pedro Antonio Cornago Fernández nació en 1894 en un pueblecito de Navarra y murió en 1960 en Pozuelo de Alarcón. Su entierro fue una manifestación pública de duelo. Cientos de vecinos acompañaron al doctor en su último viaje -hizo muchos a lo largo de su vida- porque le querían como a un padre. Y como no. A la mayoría de los asistentes al sepelio los había traído al mundo.
Cuando el doctor Cornago llegó a Pozuelo a mediados de los años 20 del siglo pasado, para hacerse cargo de la salud de los vecinos, se instaló en una casa situada en la calle Norte con su madre y sus hermanas. Pero el hogar habilitado como consulta pronto se quedó pequeño y decidió trasladarse a una residencia más cómoda. Por eso, compró la propiedad de los señores Arana, situada entre la plaza del Rey y la calle San Roque, y con la ayuda de su cuñado, arquitecto, comenzó a transformar el hotelito. Cuando la residencia estuvo terminada, habilitó parte de la planta baja como consultorio y colgó una placa en su fachada con el letrero "Casa del Médico". Además colocó un escandaloso timbre con luz incorporada que sonaba a cualquier hora del día o de la noche. Porque el doctor siempre estaba disponible.
Hoy la Casa del Médico desaparece bajo los escombros mezclada con los restos de una entidad bancaria que hace una década ocupaba el mismo lugar que la consulta. Pero sigue intacta la memoria de quienes conocieron al médico vocacional de fuerte carácter, miope y fumador empedernido, que lo mismo asistía a parturientas -a las que acertaba sin ecógrafo la fecha posible de parto y hasta el sexo de su hijo- que enyesaba piernas y brazos rotos, ponía inyecciones o recetaba pastillas. Los más antiguos del lugar le recuerdan enfundado en un traje, bajando la calle que hoy lleva su nombre con su perro Tom, un setter rubio, camino de la Fuente de la Salud.
Foto doctor Cornago (primero por la derecha) cedida por la A.C. La Poza