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Juan, Pozuelo y el hijo puta del sombrero

miércoles 26 de junio de 2013, 08:57h

Lo suyo fue una revelación. Tenía diecisiete años y era alumno de un taller de teatro. Su director, Adolfo Simón, le propuso presentarse al casting de Caricias. En el ensayo vio la luz. Han pasado veinte años, algunos en Pozuelo, y muchos personajes. El último busca a un hijo puta sin sombrero en el Príncipe Gran Vía.

Ciencias del Mar o Biología. En esas estaba Juan Díaz, a punto de acabar COU en el colegio Mirabal, cuando una amiga le animó a acercarse al mundo de la interpretación en la Cuarta Pared. Reconoce que cuando, tras cuatro meses en el taller, le seleccionaron para el montaje de Sergi Belbel no era actor ni pretendía serlo pero el primer día de ensayos descubrió su verdadera vocación. "Fue tan divertido y lo disfruté tanto que el tiempo pasó volando y al salir de la nave y toparme con la luz del día sentí como una revelación. Bajando por la calle Londres, en Ventas, comencé a tomar conciencia... ya sabía a lo que quería dedicarme".

Una vez en casa, vivía cerca del colegio Retamar, Juan comentó a la familia que ni playa ni montaña. Que quería estudiar arte dramático. De entrada a sus padres no les hizo mucha gracia pero respetaron su decisión y le apoyaron de manera incondicional para que comenzara su formación. En la Escuela Superior de Arte Dramático (ESAD) de Torrelodones estudió cuatro años y otros cuatro en el Estudio Internacional del Actor Juan Carlos Corazza. Luego completó su formación en Londres y en la actualidad sigue haciendo cursos "porque necesito seguir reciclándome, renovándome y equivocándome".

- Veinte años que, como dice el tango, no es nada...

Dos décadas trabajando y ahora empiezo a sentirme más actor. Comienzan a llegarme papeles que tienen más profundidad psicológica y que van más allá del niño bueno, niño malo. Hubo una época en la que hice mucho cine; Éxtasis, África, Tengo una casa, La buena vida, Me llamo Sara, El corazón del guerrero, Báilame el agua, Gente Pez, No debes estar aquí... y aunque está pendiente de estreno SOR, una película de Fernando Simarro en la que salgo con velo, he combinado sobre todo teatro y televisión.

- Y ¿con qué te quedas?

Con el teatro. Creo que es donde está el oficio del actor porque implica una disciplina tremenda más allá de ir todos los días a hacer la función. Para mí lo ideal es hacer puntualmente cine y televisión pero siempre teatro. Si pudiera vivir del teatro es lo único que haría porque es donde disfruto. Me encanta oir eso de apaguen sus telefonos móviles, la representación va a comenzar. Y que nadie te corte. Sobre el escenario el feedback es inmediato. Lo sigo pasando muy bien en los ensayos y disfruto como el primer día en cada función.

- Hablando de primeros días ¿Cómo fueron tus comienzos?

Después de Caricias yo seguí con el grupo de teatro de la Cuarta Pared. Montamos varias obras entre ellas La Noche de San Juan inspirada en El Sueño de una noche de verano de Shakespeare. Luego con Emilio del Valle y Producciones Inconstantes trabajé en Antígona del Siglo XXI, en el Festival de Mérida y después en el Matadero, y El Canto del Cisne, un relato corto de Chèjov que cuenta la relación entre un actor mayor y uno joven que se encuentran en un teatro por la noche. Y con Juan Carlos Pérez de la Fuente hice Los Episodios Nacionales, un montaje fastuoso con motivo del bicentenario de la Guerra de la Independencia en el Albéniz y El tiempo de los Conway. Esta última fue para mí fue una gozada; un placer trabajar con Luisa Martín y Alejandro Tous en una compañía tan potente. Después trabajé con Miguel Narros en La Abeja Reina acompañado por Verónica Forqué, otro montaje maravilloso que disfruté mucho y que nos llevó de gira durante dos años.

- Y de repente se cruzan en tu camino Miguel del Arco, Tamzin Townsend y Andrés Lima. Además tienes un premio de la Unión de Actores en la categoría de Actor de Reparto ¿Cómo surgieron proyectos y reconocimiento?


Cuando trabajé con ellos no eran tan reconocidos como ahora. Con Tamzin hice Eso a un hijo no se le hace y con Miguel, Carmen Conesa, Ana Wagener y Mariano Peña, La madre vigila tus sueños, un texto de Tomás Gayo con la violencia familiar como telón de fondo. Andrés Lima me dirigió en El graduado. Ahora cuando les veo por ahí les pregunto ¿Os acordais de mí? Y te diré que Miguel me ofreció un papel para La función por hacer pero en ese momento estaba con La Abeja Reina y no pude decirle que sí. Lo del premio de la Unión de Actores me llegó en 1999 por Shopping & Fucking, un montaje dirigido por Nancho Novo que también me regaló una nominación a los Max de las Artes Escénicas. Aquel fue un personaje muy potente, me lancé a la piscina y salió... era un chapero sadomasoquista, salvaje y tierno. En ese montaje conocí a Miguel Hermoso, responsable de la versión de El hijo puta del sombrero, de Stephen Adly Guirgis -Los Soprano- que ahora represento en el Teatro Príncipe Gran Vía.

El caso 315 y Jackie

Justo antes de convertirse en Jackie y de sus encontronazos con el propietario de un sombrero ha sido Julio, un dibujante gay en Amar en Tiempos Revueltos, la popular serie de Televisión Española y un soldado sandinista que apenas mueve las piernas en El caso 315, un manifiesto antibelicista. Solo ante el peligro y dirigido por Eduardo Fuentes, con muletas, ha realizado un trabajo físico y psicológico que le ha transformado y que le gustaría retomar para seguir compartiendo viaje sensorial a la selva. Lo bueno de ser actor -confiesa- es que no paras de aprender sobre el sandinismo o la historia de Roma, a manejar un violín o a tocar la batería.

- Y ahora El hijo puta del sombrero a las órdenes de Juan José Afonso a escasos metros de la Gran Vía madrileña ¿Cómo llega Jackie a tu vida?

De golpe porque yo no estaba en el casting. Miguel Hermoso me llamó por teléfono para contarme que iba a estrenar una versión de una de las mejores obras de Broadway en años y que el actor protagonista se lo estaba pensando. Entonces me preguntó si yo estaría dispuesto a meterme en la piel de Jackie en caso de que rechazara el papel. Lo hizo y yo le dije que sí. En la primera escena me enamoré de la obra y de mi personaje. Durante tres semanas estuvimos ensayando de nueve de la mañana a cinco o seis de la tarde, de lunes a sábado. Reconozco que ha sido un poco locura pero ha merecido la pena. Además, El hijo puta del sombrero es un magnífico escaparate con banda sonora de El Langui. Cada tarde pasan por el teatro directores, productores, actores y las críticas están siendo muy buenas. El otro día vino a felicitarme Mario Gas ¡Imagínate!

- ¿Jackie es una perita en dulce?


Exacto. Es un bombón, un antihéroe, un looser que cae bien y mucha gente me ve en un papel diferente, con una responsabilidad distinta. Aunque he hecho otros protagonistas en el teatro ahora el reconocimiento es mayor y confío en que esto pueda ayudarme en el futuro para defender montajes tan íntimos y personales como El Caso 315. Además lo bueno de esta obra es su dualidad comercial y underground. Es una historia bien escrita que todo el mundo entiende con conceptos universales -deseo, traición, celos, amistad- y un amor incondicional y noble. Los personajes son muy complejos, con muchas aristas, con capas y capas que vas descubriendo. Ese es su mayor atractivo.

Y también el trabajo de Juan que es tan auténtico que le miras hasta cuando no habla. Porque importa como se mueve, como sujeta un arma, como observa con sus ojos azules ese mundo que le rodea y del que quiere escapar aunque sabe que no hay salida. Tan relajado está en el escenario que improvisa y se atreve a pisar a sus compañeros. Sin que pase nada porque no queda sucio. Porque se entiende. Es la magia del teatro. La que el ahora vecino de Aravaca, que además presume de barrio, destila por los cuatro costados y la que seguirá compartiendo este verano en la ciudad. El reparto de El hijo puta del sombrero lo completan Juan Carlos Vellido, Bárbara Merlo, Alberto Jo Lee y Raquel Meroño. "En septiembre empezarán bolos o gira, nos la han pedido para Barcelona y hay cierto interés en el norte. Afortunadamente tengo hijo puta para rato".

Del Parque Atlético Pozuelo al boxeo


De pequeño Juan se desplazaba sobre ruedas por los pinares de Somsaguas y mataba marcianitos en el Zoco. Entrenaba duro y militaba en las categorias inferiores del Parque Atlético Pozuelo. Bromea diciendo que daba más patadas a sus compañeros que al balón y que el entrenador le ponía en diferentes posiciones; extremo, punta, lateral... pero no acababa de encajar. Hace un par de añosalgunos de los de entonces organizaron un revival futbolero y se apuntaron a una liguilla de Fútbol 7 en la Ciudad Deportiva del Valle de las Cañas. No se comieron un colín.

Para mantenerse en forma Juan practica boxeo. Le encanta el deporte y suele aislarse escuchando música en el gimnasio. Es uno de sus momentos. Los otros los dedica a su familia y, sobre todo, a su hija Candela, de siete años, por la que siente auténtica devoción. También le gusta leer y ver películas que nunca descarga. Las compra o las alquila. Alucina cuando le digo que hace poco se inauguraba una mediateca en el centro de Pozuelo. El actor es usuario de la Red de Bibliotecas Municipales y visita con frecuencia la Rosalía de Castro. Después, seguimos charlando de las zonas verdes por las que sale a correr, de la cultura en este país y de los culebrones como salida laboral en Venezuela.


Fotos El hijo puta del sombrero: Antonio Castro

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