El verano ya se asoma y con él, las ganas de sol, aire libre y esa piel dorada que tanto favorece. Pero, ¿sabías que el bronceado empieza en la cocina? Más allá del protector solar, ciertos alimentos estimulan la producción de melanina y ayudan a reforzar las defensas naturales de la piel frente a la radiación solar. Eso sí, broncearse no es inocuo: es clave entender cómo protegerse y nutrirse desde dentro para minimizar los daños del sol.
Sí, pero con responsabilidad. Una alimentación rica en determinados nutrientes no solo puede ayudar a preparar la piel para el sol, sino también a reducir los efectos negativos de la exposición solar. Eso sí, por muy equilibrada que sea la dieta, no sustituye la protección solar: es imprescindible limitar el tiempo al sol y utilizar fotoprotección con SPF 50 durante todo el año.
El bronceado no es un signo de salud, sino una respuesta de defensa de la piel frente al sol. La melanina, pigmento responsable del color de la piel, es producida por los melanocitos cuando nos exponemos a la radiación solar. Cuanto más bronceada está la piel, más expuesta ha estado al daño solar.
El tipo de piel influye en esta respuesta. Las más claras (fototipo I) tienen menor capacidad de defensa frente a la radiación, mientras que las más oscuras (fototipo VI) se queman muy raramente. Los rayos UVA provocan un bronceado rápido pero breve, al oxidar la melanina ya existente. No causan quemaduras, pero sí envejecimiento prematuro, al degradar el colágeno y favorecer la aparición de arrugas y manchas. Los rayos UVB son los responsables del enrojecimiento y las quemaduras solares, y producen un bronceado más tardío pero duradero. La luz azul (rango visible) también puede estimular la melanina y generar hiperpigmentaciones.
En resumen: el bronceado acumulado no es sinónimo de belleza, sino de agresión solar, con riesgo de envejecimiento prematuro y, a largo plazo, cáncer de piel.
Sin duda, la exposición solar y el tipo de piel son los factores principales. Sin embargo, ciertos alimentos pueden estimular la producción de melanina y reforzar las defensas cutáneas frente al daño solar. La clave está en incluir nutrientes con función antioxidante o implicados directamente en la síntesis de melanina.
Los protagonistas son los betacarotenos, pigmentos naturales con acción antioxidante y precursores de la vitamina A, que favorecen la producción de melanina. Están presentes en frutas y verduras de color naranja y rojo: zanahoria, calabaza, albaricoques, melocotones, nísperos, sandía, tomate... También en vegetales verdes como espinacas, acelgas o brócoli.
Otro nutriente interesante es la L-tirosina, un aminoácido precursor directo de la melanina. Abunda en legumbres, frutos secos, semillas, aguacates y plátanos. Además, la vitamina E, presente en alimentos como el aceite de oliva virgen extra, los frutos secos y el aguacate, podría favorecer la pigmentación gracias a su efecto antioxidante.
Tras tomar el sol, la prioridad es reparar el daño celular. Aquí entran en juego los antioxidantes, que neutralizan los radicales libres generados por la radiación.
Y un imprescindible: agua. La hidratación es esencial para mantener la elasticidad, firmeza y salud de la piel.
Dra. María José Crispín, médica nutricionista de Clínica Menorca (clinicamenorca.com)