En un mundo globalizado todavía falta una unificación en el tallaje. Las referencias con las que trabajan las marcas, en concreto las low-cost, tienen en cuenta una antropometría de mujer caucásica, blanca, y esto es muy excluyente ya que no tiene en cuenta otros cuerpos.
Se dejan de lado tallas o bien muy pequeñas o más grandes, sin tener en cuenta de que en la sociedad actual podemos encontrar diferentes etnias, diferentes medidas, y con las que convivimos, son adaptadas únicamente a las medidas europeas.
Debería existir un estándar medio, somos globales.
La repercusión que tienen los diferentes tallajes y el hecho de que muchas veces sea inviable comprar estas prendas porque no hay forma de que encajen con nuestro cuerpo, da lugar a que haya personas juzgando su propio cuerpo, y que se frustren a la hora de querer adquirir nuevas prendas.
“Y es que a pesar de que fue en los años sesenta cuando se inició́ el florecimiento de las industrias de confección en los diferentes países, y apareció́ el concepto de tallas comerciales, a día de hoy no existe un sistema estandarizado en todo el mundo.
De hecho, en los años noventa, el caos en los nombres y medidas de las tallas eran tan grande que los Gobiernos de los países desarrollados tuvieron que intervenir creando reglas y códigos para su estandarización. Sin embargo, la confusión está en que muchas de las grandes marcas son producidas por industrias de ropa de países occidentales, que usan un sistema de medidas que no corresponde con el mismo sistema de medición de los países del sudeste asiático, donde fabrican” comenta Laura Opazo, periodista y autora del libro La moda es revolución publicado por la editorial Zenith de Grupo Planeta.
Al vivir en un mundo globalizado, las prendas que provienen de los diferentes países son consumidas también por diferentes personas alrededor del mundo, cuyas medidas no coinciden con los diferentes cuerpos en otras partes del planeta.
Este gran desfase de sistemas de tallas y el hecho de que no sea obligatorio adherirse a los mismos, las marcas han puesto en práctica el conocido y polémico vanity sizing (o tallaje vanidoso) que implica etiquetar con una talla S prendas que realmente no lo son, con la finalidad de hacer sentir más cómodo y contento al cliente.
Encubrir el tallaje puede ser en cierto modo positivo en primera instancia, pero cuando llega el punto de la comparación y la confusión que genera en la sociedad, da lugar a que haya personas con problemas psicológicos y otros trastornos.
Actualmente ya existen marcas que se están revelando contra este sistema tradicional lanzando prendas sin tallaje, un reto que tiene el objetivo apoyar la tendencia sizeless, que promueve la actitud positiva y de amor hacia nuestro cuerpo por encima de un número.
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