Randstad Research, el centro de estudios de Randstad, la empresa de recursos humanos número 1 en España y en el mundo, y la Fundación Universitaria San Pablo CEU, mayor institución educativa privada de España, han presentado esta mañana el informe Jóvenes universitarios y empleabilidad, un exhaustivo estudio que analiza el reto del empleo entre los jóvenes con formación superior. El acto de presentación contó con la presencia de Valentín Bote, director de Randstad Research; Javier Tello, director general de la Fundación Universitaria San Pablo CEU, y Rodrigo Martín, senior advisor de Dirección General de la Fundación Universitaria San Pablo CEU.
El informe Jóvenes universitarios y empleabilidad destaca la importancia de elegir unos estudios que se correspondan con las necesidades de talento de las empresas. Esta decisión es determinante en la empleabilidad de los trabajadores, un concepto que no solo está relacionado con tener un empleo, sino también con la facilidad de acceder a él, el tiempo invertido en lograrlo o el salario.
Este estudio revela que la situación laboral y formativa de los jóvenes en nuestro país es diferente que en el resto de Europa. La proporción de jóvenes activos con alta cualificación se sitúa en un 54,4% del total, mientras que la media europea es del 43,4%. Sin embargo, la tasa de paro para este segmento es el 14% en nuestro país frente al 6,5% de media europea.
Además, tan solo el 23,4% de los jóvenes en nuestro país cuentan con un nivel de cualificación media -entre los que se incluyen los estudios de FP, muy cotizados en la actualidad-, mientras que en la UE la proporción es de un 45,2%. En ambos casos, la explicación puede ser tan sencilla como que la formación con la que cuentan los jóvenes no se ajusta a las necesidades de las empresas.
Jóvenes universitarios y empleabilidad insiste en la importancia de los estudios superiores a la hora de encontrar un empleo, aunque recordando la importancia de la elección. Cinco años después de graduarse, cerca de un 90% de los egresados universitarios están trabajando, sin embargo, existen grandes diferencias según la titulación académica.
El 96,3% de los graduados en estudios de informática cuentan con un empleo cinco años después de su graduación, seguidos por las áreas de salud y servicios sociales (92,1%) e ingeniería, industria y construcción (92,1%). Por el contrario, el 77,1% de los egresados de artes y humanidades trabajan tras este periodo, por debajo de los que disponen de estudios superiores de educación (82,2%) y ciencias (83,6%).
Valentín Bote, director de Randstad Research señaló que “a medida que se incrementa el nivel de formación, se reduce el nivel de paro, tanto en jóvenes como en la población en general. Hemos además de tener en cuenta que los empleos que se crean son cada vez más cualificados, en lo que influye de manera determinante los retos de la digitalización y la automatización”.
Javier Tello, director general de la Fundación Universitaria San Pablo CEU presentó el acto, recordando además que “el sistema educativo debe funcionar como transferencia de conocimiento, pensando en que la gran palanca de la transformación social es la educación. En este sentido, la formación que recibe los jóvenes ha de ser en conocimientos técnicos, en competencias, pero también en valores”.
Rodrigo Martín, senior advisor de Dirección General de la Fundación Universitaria San Pablo CEU quiso destacar que “por estas fechas más de 300.000 jóvenes toman una de las decisiones más importantes de sus vidas, la elección de sus estudios, y han de contar con información objetiva que les pueda ayudar. Esta decisión ha de ser un equilibrio entre su afinidad y un futuro que les abra oportunidades. Un equilibrio que no genere frustración.”Los estudios elegidos son determinantes también en lo que se refiere a tasa de paro. De este modo, los estudios de informática solo cuentan con una tasa del 2,3%, a distancia de salud y servicios sociales (4,1%) y de ingeniería, industria y construcción (4,7%). Por su parte, artes y humanidades cuenta con una tasa del 13,4%, seguida por educación (12,1%) y ciencias (10,5%).
No obstante, incluso la tasa de desempleo más elevada es inferior a la tasa media de paro (14,1%), lo que confirma que la mayoría de los estudios universitarios tienen un efecto positivo sobre la empleabilidad.
Empleabilidad, no solo lograr un empleo
Los salarios que ganan los egresados en su primer empleo también dependen de manera determinante de la elección de los estudios. El informe señala que más de la mitad (55,9%) ingresaron menos de 1.000 euros al mes en su primer empleo, pero las diferencias entre titulaciones son significativas. Así, los graduados con mayores salarios en su primer empleo son los tituladores en Náutica y Transporte Marítimo (con un promedio de 1.645 euros), Medicina (1.609) y Enfermería (1.409), mientras que con menos ingresos se sitúan Geografía y Ordenación del Territorio (880), Arqueología y Logopedia (ambos con 880 euros).
El tiempo que los egresados tarden en encontrar un empleo también es un factor que considerar. Según el informe, la mitad de los graduados (51%) tenían su primer empleo en menos de tres meses tras acabar sus estudios. Pero de nuevo, estas cifras varían según las titulaciones. Además, los resultados guardan una relación con la tasa de desempleo, de modo que algunas de las titulaciones con una menor tasa de desempleo están también entre las que es posible encontrar el primer empleo en menos tiempo.
Sin embargo, en muchas de las titulaciones en las que a priori resulta más sencillo encontrar empleo, entre un 10% y un 20% de los graduados tarda más de un año en encontrar su primer empleo. A su vez, existen titulaciones como Medicina, que a pesar de tener una tasa de desempleo muy baja (2,1%), la mayoría (un 84,6%) tarda seis o más meses en encontrar su primer empleo. En contraste, este porcentaje entre los graduados en Ciencias del Mar es del 60%, a pesar de que su tasa de desempleo es considerablemente mayor (15,4%).
Todo ello tiene que ver también con el nivel de satisfacción de los profesionales. Dos tercios (63,7%) de los graduados volvería a realizar la misma carrera, mientras que el 24,2% estudiaría otra distinta y el 12,1% no volvería a la universidad. En cuanto a estudios concretos, Desarrollo de Software e Ingeniería Informática cuenta con la mayor tasa de satisfacción (87,8%), seguida por Medicina (85,3%) y Música y Artes Escénicas (83,1%), mientras que los graduados más desencantados son los de Gestión y Administración Pública (31,4%), Ingeniería Geomática, Topografía y Cartografía (33,8%) y Turismo (36,1%).
Formarse para un mercado laboral siempre en constante evolución
De cara al futuro, ese desequilibrio entre estudios puede continuar creciendo. Como estamos viendo en los últimos años, las demandas del mercado laboral evolucionan a gran velocidad, una tendencia que incluso se ha intensificado con la irrupción de la pandemia.
Las necesidades del mercado laboral de los próximos años serán el resultado de varias tendencias de cambio que ocurren de manera simultánea, como la digitalización, el cambio demográfico o la transición medioambiental. Unas tendencias que favorecerán la creación de nuevos empleos y la obsolescencia de algunas ocupaciones que hoy conocemos.
La digitalización está creando y continuará creando empleos nuevos, necesarios para que la propia digitalización tenga lugar. Muchos de estos empleos son nuevos, como especialistas en Internet de las cosas, ciber seguridad, Inteligencia Artificial o en Big Data, o ingenieros en robótica, expertos en comercio electrónico o social media, o ingenieros FinTech en el sector financiero. Además, la digitalización creará muchos empleos de manera indirecta en otros sectores.
A su vez, la digitalización vuelve obsoletos algunos empleos, o reduce considerablemente su demanda al automatizar una proporción importante de sus tareas. Los sectores más afectados podrían ser la hostelería, industria manufacturera, transporte y almacenamiento, agricultura, comercio al por menor, servicios financieros, construcción y minería. En cuanto a empleos concretos, algunos ejemplos son los contables, auditores, técnicos de nóminas o analistas financieros.
Por su parte, la transición medioambiental está creando y continuará creando los llamados empleos verdes, necesarios para lograr una economía cada vez menos contaminante y respetuosa con el medio ambiente, en áreas como la eficiencia energética, las energías renovables, la movilidad sostenible, la gestión del agua o de recursos. Algunos ejemplos son los empleos de ingenieros en energías renovables o en movilidad eléctrica.
Al igual que la digitalización, la transición medioambiental también destruirá empleos en los sectores más contaminantes. Las oportunidades de empleo en estos sectores serán cada vez menores, y muchos de sus trabajadores tendrán que reciclarse en otros sectores de menor impacto ambiental.
Digitalización y transición medioambiental: claves para el empleo
En este sentido, el estudio Jóvenes universitarios y empleabilidad señala una serie de empleos que, de cara al futuro, pueden sufrir un mayor desequilibrio entre las necesidades de las empresas y la disponibilidad de perfiles. Existen ciertas posiciones categorizadas en el semáforo del informe con el color rojo, es decir, cuya demanda se incrementará drásticamente y para los que habrá pocos profesionales disponibles, lo que supone grandes oportunidades para los profesionales que se quieran forman en estas competencias.
Entre estos puestos se encuentran los especialistas en Internet de las cosas, Inteligencia Artificial y Aprendizaje Automático; desarrolladores de software y aplicaciones o ingenieros en energías renovables, aeronáutica o química industrial y medioambiental. En común tienen, de nuevo, la digitalización y la transición medioambiental, claves para la empleabilidad de las próximas décadas.
Adquisición de competencias, toda una necesidad
El estudio llevado a cabo por Randstad Research y la Fundación Universitaria San Pablo CEU recuerda que los estudios superiores por sí solos no garantizan el empleo, sino que se han de combinar con la adquisición de competencias.
Por un lado, la digitalización transforma la organización de los procesos productivos, afectando a un número creciente de las tareas que se desempeñan en los trabajos. Por esta razón, las competencias digitales son y serán cada vez más necesarias para cualquier profesional, y no solo para los especialistas en el sector digital. Aunque esta demanda de competencias digitales crezca de manera transversal, el nivel requerido varía considerablemente entre sectores y ocupaciones, y para la mayoría de las ocupaciones no es necesario un nivel de experto. Sin embargo, un mayor nivel de competencias digitales sí puede suponer una mejora de la empleabilidad en una mayor variedad de empleos.
Por otra parte, la digitalización aumenta también la demanda de un conjunto de competencias de naturaleza no digital. Estas competencias juegan un papel complementario, por lo que es previsible que para la mayoría de los trabajos en el futuro sean necesarias competencias tanto digitales como complementarias. Se tratan de competencias intelectuales -como la capacidad de análisis, de comprensión y de aprendizaje-, sociales -como la colaboración o la resolución de conflictos- y organizativas -como la capacidad de organización, toma de decisiones y adaptación al cambio-.