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El "chiringuitero" de Pozuelo

viernes 23 de agosto de 2013, 09:04h

Miguel Carnero asegura lo mismo que cantan los Celtas Cortos. Que ya no queda casi nadie de los de antes. Lleva dos décadas montando chiringuitos en las Fiestas Patronales. Todo un logro teniendo en cuenta que no se dedica a la hostelería.

Es pozuelero de pies a cabeza aunque ahora no viva en su barrio de la Estación. Charlando con Miguel tienes la impresión de que no se ha ido, de que sigue por aquí, por los lugares que recorría su abuelo, Ignacio Meco El Rute, a quien dentro de una semana volverá a recordar con un merendero en el recinto ferial y un chiringuito en la plaza del Padre Vallet. En Pozuelo también nació su madre, en una granja que ya no existe pero que muchos recordamos:Priégola. Como dice Tina, su mujer, a Miguel le gusta mucho su pueblo y lo que tenga que ver con su pasado pero sobre todo las fotos antiguas. Por eso ha escaneado las de su familia por estos lares y disfruta contemplando escenas de otro tiempo.

Quizás la atracción por los archivos tiene que ver con su trabajo en Mediaset España. Es Técnico de Mantemiento de Sistemas en Telecinco y se pasa las horas en el archivo digital donde se centralizan todas las imágenes de la cadena desde el año 1990. Aunque pronto se trasladará a informativos. Antes disfrutará de una parte de sus vacaciones en la caseta de la plaza, junto a su gente de confianza, vecinos como Chus o Nino que le echan una mano detrás de la barra y junto a la plancha. Antes lo hacía su hermano...

- ¿Cómo surge lo de montar un chiringuito en las Fiestas Patronales?

Desde los 16 años he trabajado en todo lo que me salía. Y un día de 1993 surgió lo del chiringuito. Mi padre trabajaba en el Talgo y los del comité de empresa le ofrecieron uno de UGT por si queríamos llevarlo mi hermano y yo aunque sólo él se dedicaba -y se dedica- a la hostelería. Dijimos que sí y lo hicimos. A los tres años los responsables de un restaurante nos preguntan si queremos llevar el del Partido Popular. Y uno se quedo con el del sindicato y otro con el del PP.

- Por entonces las fiestas eran diferentes...

Las fiestas eran FIESTAS. En la Estación había siete días de festejos. Mi hermano y yo empezamos durmiendo en los chiringuitos porque servíamos las veinticuatro horas. Recuerdo que poníamos minis a las siete o las ocho de la mañana y raciones de morcilla y bocatas de lomo a cualquier hora del día. Aquello era impresionante, había muchísima gente. Y en el pueblo el ambiente era parecido. Con la churrería abierta para servir chocolate y churros a los que empalmaban y cogían sitio en la plaza para el encierro. Hemos estado en los diferentes recintos feriales, un año hasta en el entorno de la plaza de la Coronación, y en el auditorio El Torreón los días de concierto. Que eran muchos y de grandes artistas.

- ¿Por qué crees que han cambiado tanto las cosas?

Los festejos se han devaluado mucho por el tema de los horarios. Ahora nos cierran entre semana a las doce de la noche y a las tres de la mañana un día bueno. Antes no había restricciones. Además ya no queda casi nadie de los de antes ni feriantes de los que llevaban viniendo desde hacía años. Mi hermano y yo nos quedamos dos años con Casa Concha, el chiringuito más antíguo, ese que asaba pollos. Lo había montado el padre y a nosotros nos lo ofreció el hijo. Es sólo uno de tantos que han desaparecido con el paso de los años. Ahora ya no interesa hacer un esfuerzo adicional porque no se obtiene recompensa. Antes sí merecía la pena porque se ganaba mucho más que ahora.

- Detrás de la barra se ven y se viven muchas cosas ¿Recuerdas algún momento delicado?


Una pelea que acabó en batalla campal. No la famosa de la quema de contenedores. Ese año nosotros no estábamos en el recinto ferial. Otra en la que volaban botellas y sillas. Debió ser hace unos trece años y reconozco que pasamos miedo. Tuvimos que meternos dentro del contenedor de barco en el que guardábamos la bebida para protegernos. Pero quitando esa noche hemos vivido muy buenos momentos. De hecho yo sigo montando los chiringuitos en buena medida porque esos días me vuelvo a encontrar con los amigos de Pozuelo. Es un trabajo, casi una tradición, que me permite reencontrarme con mi gente.

- Dentro de una semana ¿Vuelves a montar los chiringuitos?

Claro. Con el apodo de mi abuelo, El Rute, que trabajaba todo el año para el Ayuntamiento y en las fiestas se encargaba, entre otras cosas, de ir a buscar a los toros. El sábado 31 de agosto abrimos el merendero del que se encarga Tina, mi mujer, y el chiringuito en la plaza del Padre Vallet. Arriba colaboraremos con precios especiales en el día dedicado a los más pequeños cuando las atracciones son más baratas. Y en la plaza estaremos al pie del cañón como siempre.

- Y volverás a refrescar la quedada generacional...


Por supuesto. La quedada generacional es lo mejor de las fiestas desde hace años. Y no me refiero a que sea lo mejor porque funciona bien desde el punto de vista económico -que también- sino porque es un punto de encuentro para una generación de vecinos que va de los 35 a los 50 años; gente sana, de nuestra edad que se divierte en un ambiente festivo. En ninguna de las ediciones he visto un solo problema. Creo que Óscar, Javi, Juanma y Pachón, sus organizadores, se merecen un reconocimiento sobre todo ahora que esto se ha hecho tan grande y es necesaria la colaboración del Ayuntamiento.

Hablando de quedadas. Miguel está preparando una de antiguos alumnos del colegio María Inmaculada, nacidos como él en 1970. Los quiere reunir en las cercanas fiestas patronales ¿Lo conseguirá?

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