Por deberes escolares entendemos aquellos ejercicios o tareas que los alumnos deben realizar fuera de clase a fin de completar o asentar la actividad diaria del colegio y que, «según algunos docentes, favorecen la adquisición de hábito de trabajo, desarrollan la responsabilidad y la autonomía personal, la organización, la atención y la concentración, incluso hay quien dice que son necesarios para asimilar y memorizar la densidad de los currículos», explica Julio Díaz, subdirector de Colegio Brotmadrid. Mientras que «algunos profesores los consideran imprescindibles, otros no terminan de ver los beneficios cognitivos ni, sobre todo, emocionales».
No obstante, a la hora de mandar deberes, «el profesorado debe tener en cuenta las edades y las características individuales de los alumnos y las familias para evitar que se produzcan desigualdades y sobrecargas innecesarias. No es adecuado café para todos».
En ese sentido, según María García, responsable del programa terapéutico “Aprendizaje 4C” del Centro de Evaluación e Intervención Educativa Corat, «los deberes aparecen muchas veces como fuente de conflicto en casa». Además, «cada vez es más frecuente escuchar “estoy cansado” por el frenético ritmo semanal que niños y niñas tienen que seguir».
Algo con lo que coincide Julio Díaz. «Es fácil percibir el cansancio acumulado sobre todo al final de cada trimestre». Por eso, continúa, «en verano los chicos y chicas deben desconectar, desarrollar otro tipo de actividades lúdicas y de ocio (artísticas, musicales, deportivas o culturales), relacionarse con sus iguales, visitar a familiares y a amigos, jugar, explorar… complementar su desarrollo personal desde otros ámbitos difíciles de acceder durante el periodo escolar».
Es decir, «igual que los adultos queremos y necesitamos tiempo libre, durante las vacaciones los niños y niñas deben poder descansar de aquellas tareas que a lo largo del año son obligatorias», argumenta Belén Muñiz, directora del Centro de Evaluación e Intervención Educativa Corat.
Y es que, «los espacios de descanso, como las vacaciones de verano, son momentos ideales para que florezcan capacidades como la escucha, la reflexión, la creatividad o la conexión con ellos mismos, con otros y con el contexto», explica María García.