Pocos ciudadanos de a pie entienden las últimas jugadas sobre el tablero de la plaza del Padre Vallet. Tras un largo periodo de obras, de excavaciones y movimientos de tierra, de vallas y pasadizos, de destruir para luego reconstruir respiraron más tranquilos el pasado mes de marzo cuando, al fresquito de la mañana, los empresarios de la zona invitaron a un aperitivo para celebrar el fin del caos. Con la inauguración del gran espacio peatonal y del centro cultural que, en unos días acogerá su primera exposición -una alegoría fotográfica de las Fiestas Patronales-, los vecinos del centro dieron por zanjado el asunto de la gran reforma.
Pero estos días, quienes se han quedado en casa por vacaciones, han contemplado de nuevo máquinas con palas excavadoras y vallas, muchas vallas. Pequeños detalles, últimos flecos. Si puede considerarse así una actuación consistente en el derribo de una manzana o área de planeamiento. Desde el principio, se sabía que el "quesito" situado entre la plaza del Rey, un pequeño tramo de la calle Calvario y las calles San Lucas y San Roque iba a desaparecer por completo, locales comerciales y residencias deshabitadas incluidas. Pero, la mayoría de los vecinos, pensaron que su desaparición coincidiría en el tiempo con las obras de mayor envergadura de la historia de Pozuelo -junto a las del metro ligero-. No ha sido así. El anterior Equipo de Gobierno explicó en su momento que eso dependía de la iniciativa privada y no del Ayuntamiento. Pues bien, tras varios años de plaza patas arriba ahora, a pocos días de la celebración de las Fiestas Patronales y con actos importantes previstos en este lugar, se derriba el "quesito". Sorprende tanto como contemplar el letrero de la tienda de ultramarinos, fiambres, vinos y licores de Dionisio; un negocio que funcionaba hace cuatro décadas en el número 4 de la calle San Lucas y que ha quedado al descubierto -por tiempo limitado- al eliminar una de las capas de fachada.
La plaza del Padre Vallet es la gran obra inacabada porque desde la inauguración se han modificado varios de sus originales elementos arquitectónicos. Primero se cegaron las luces -que no las pequeñas rampas de dudosa utilidad- que saludaban sin previo aviso desde el suelo de la plaza del Rey. Ahora se han colocado protectores metálicos sobre los ventanales -algunos estallados- próximos a los soportales. Una buenísima noticia porque constituían un peligro real en un lugar muy transitado, sobre todo por niños.
Quizás en el futuro desaparezca el aparcamiento para bicis utilizado como equipamiento deportivo o los "balones metálicos" que rodean los seis agujeritos de lo que podría ser una fuente; de ellos no ha salido ni un chorrito de agua en este tórrido verano. Y puede que pronto las jardineras para acotar veladores acudan al rescate del peatón, los carritos para bebé y las sillas de ruedas al comienzo de la calle Luis Béjar. Puede.