“Mi niño no come bien”. Es el tema en torno al que giran gran parte de las conversaciones en parques, centros infantiles, consultas pediátricas… La alimentación de los más pequeños preocupa. Y con razón. Según la evidencia científica, en los primeros 1.000 días de un bebé (contando desde el momento de la gestación), se produce la llamada programación temprana. Es en esta etapa cuando se graba la alimentación de su futuro, incluso puede afectar a su salud, provocando en su organismo una mayor predisposición a ciertas enfermedades.
Es tiempo de cambios, en los que es muy importante cuidar lo que come, sin obsesionarse. Uno de los motivos de mayor preocupación en estos años es la aparición de la neofobia alimentaria.
Elena Toledano, experta nutricionista infantil de Smileat, marca española que diseña, desarrolla y comercializa productos de alimentación infantil 100% ecológica, explica que estos 1.000 primeros días es el momento más interesante para establecer una buena alimentación infantil. A partir del año, el sistema del bebé cambia y deja de crecer a la velocidad a la que lo hacía. Su cuerpo experimenta un descenso de energía y los padres y madres pueden notar que el niño tiene menos apetito.
Además, en este momento se produce un cambio importante en el tipo de alimentos que toman, introduciendo los sólidos y descubriendo nuevos sabores. Desde que cumple un año hasta los cuatro años, los niños se vuelven más selectivos, empiezan a rechazar alimentos que antes les gustaban y no aceptan otros sabores que son totalmente nuevos para ellos. Este fenómeno tiene nombre: neofobia alimentaria.
La experta nutricionista, Toledano, indica que la neofobia alimentaria en esta etapa de la vida no debe preocupar. Es parte del proceso de descubrimiento y es un comportamiento habitual en las edades mencionadas.
5 herramientas para superar la neofobia alimentaria según Elena Toledano, experta nutricionista infantil:
Existen varios caminos para ayudar al niño a superar esta etapa y fijar una alimentación consciente, respetuosa y saludable.
1. No hay que forzar al niño.
Introducir alimentos por obligación aumentará la sensación de rechazo y será muy difícil generar experiencias positivas que les invite a consumirlos con normalidad. También es importante marcar bien la relación con el apetito y que coman cuando realmente tienen hambre.
2. Es muy importante predicar con el ejemplo.
La alimentación de un niño está muy influida por su entorno, lo que se come en casa y cómo se come puede marcar su forma de relacionarse con la comida.
3. Darles el control de elegir.
Eso genera confianza e independencia, además de reducir la probabilidad de que lo rechacen. También es recomendable hacerles partícipes de su alimentación incluyendo a los niños en la preparación y cocinado de las comidas.
4. Introducir alimentos de forma divertida.
¡Con la comida sí se juega! Existen opciones muy saludables, como el nuevo Tarrito de bacalao con verduras de Smileat, para los peques que no aceptan bien el pescado ni las verduras, o el Tarrito de guisito de alubias, también de Smileat, para quienes rechazan las legumbres.
5. La experimentación es la clave.
Un bebé o un niño que experimenta con la comida y tiene una dieta variada en texturas, sabores y olores es más fácil que en el futuro sea un adulto que come de todo y al que no le asusta probar cosas nuevas.
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