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Luis Fernando Pérez, embajador de Pozuelo

viernes 20 de septiembre de 2013, 09:26h

No pertenece al cuerpo diplomático pero cuando se sienta al piano a interpretar música de compositores españoles transforma las notas en pasaporte. Dice que Albéniz o Falla viven y representan nuestra esencia. Esa que pasea por el mundo. Sin olvidar que sus raíces -también las musicales- están en Pozuelo.

Luis Fernando Pérez es un concertista atípico. Se define como un dador y confiesa que disfruta haciendo patria y compartiendo emociones. No ha parado de hacerlo desde que debutó como solista en el Carnegie Hall de Nueva York. De cerca es un seductor en vaqueros, zapatillas y camiseta. Liberado de traje y pajarita se siente más libre. Como el viento que se resiste a abandonarnos durante la segunda entrevista juntos...

Ráfagas de aire fresco como el sonido que sale de su Yamaha cuando estudia por ejemplo a Claude Debussy para el concierto de hace dos noches en Toulose. En Cloîtres Des Jacobins ante un público fiel y entregado. Como los 5.000 nipones que esta primavera se rindieron a sus manos en un concierto de la gira japonesa con firma de autógrafos incluída. En Francia Luis Fernando es una autoridad. También en Rumania y en Hungría donde suele impartir clases magistrales en el castillo de Keszthely. Es un ciudadano del mundo pero se siente pozuelero de pies a cabeza aunque ahora resida -poco porque siempre está de aquí para allá- en el barrio de Ópera, en una casa con balcones.

Y no es extraño. Sus padres le apuntaron con ocho años al Conservatorio de Música de la carretera de Húmera y después fue admitido en la Escuela Superior de Música Reina Sofía que por entonces tenía aquí su sede. El alumno es ahora profesor de Música de Cámara del centro madrileño y de la Academia Marshall de Barcelona.

- ¿Qué recuerdas de tus años de formación en Pozuelo?

Recuerdo mis años en el conservatorio y en la escuela de música combinando los estudios musicales con el bachillerato nocturno en el instituto Gerardo Diego. Recuerdo a los amigos que encontré por el camino. Recuerdo al rebaño de ovejas o cabras que pasaban por delante de mi casa cerca del ESIC donde ahora toco una vez al año dentro de un ciclo de música clásica. Y los conciertos de juventud en la antigua casa de la cultura. También a alumnos a los que he dado clase como Katia de Michel que ahora es productora en RNE Clásica y me llamó para una entrevista o Patricia Mora, componente de Lagarto Amarillo.

- Desde entonces la vida y la música han pasado ¿Volando?

Nunca mejor dicho. Desde mi estancia en Alemania para estudiar con el profesor Pierre-Laurent Aimard y mis clases con Alicia de Larrocha y Carlota Garriga todo ha discurrido a gran velocidad. Ahora paso mucho tiempo en aeropuertos y aviones porque tengo ochenta conciertos al año. Eso sin contar el puente aéreo para dar clase en Madrid y Barcelona. Me paso prácticamente todo el año haciendo y deshaciendo maletas algo que me sigue dando mucha pereza.

- En 2008 recibiste la Medalla Albéniz por tu grabación de la Suite Iberia y Navarra. Y la crítica se volvió loca...

Aquello fue una locura maravillosa. La prestigiosa revista Gramophone ha escrito que hay cuatro Iberias míticas: la de Esteban Sánchez, la de Rafael Orozco, la de Alicia de Larrocha y la mía. Pero es que los otros tres han muerto así que soy algo así como una leyenda viva (risas). Fue mi primer disco de solista con Verso. Después cambié de discográfica y con Mirare he publicado las sonatas del Padre Soler, nocturnos de Chopin y las goyescas de Granados. Aunque es un sello francés los tres discos se grabaron en Alcalá de Henares, en el aula de música de la iglesia barroca, con mi técnico fetiche, Jose Miguel Martínez y Magdalena Llamas, mi directora artística. Y, por supuesto, se comercializan en España.

- Y ahora en septiembre se pone a la venta un nuevo disco...

Este mes sale mi nuevo trabajo dedicado a Manuel de Falla con Las Noches en los Jardines de España grabado en directo con la Orquesta de Euskadi en Burdeos, El Sombrero de Tres Picos, El Amor Brujo y la Fantasía Bética. Es un disco para todos los públicos incluso para los que están alejados de la música clásica porque no se trata de un universo desconocido. Todo el mundo ha escuchado estas piezas alguna vez. Como mis discos anteriores se puede comprar por internet y probablemente en la Fnac y El Corte Inglés.

- ¿Qué será lo siguiente?


En principio seguir con los conciertos mientras me quieran, pueda y parezca que hay interés. Y con las clases. Me gusta mucho la docencia porque así devuelvo algo de lo que me han dado a mí. Ayudar a la gente me hace muy feliz. Ahora con la Academia Marshall estoy muy emocionado porque tengo un lugar para dar clase de piano y un alumno japonés al que he dado algunas en su país va a venir a Barcelona. Tenemos un serio proyecto de trabajo. Luego me gustaría grabar un disco de Liszt y Rachmaninoff, los padres del virtuosismo y también me rondan por la cabeza Mompou y Mozart. Sin dejar de grabar música española porque creo que es de ley que los españoles defendamos lo nuestro.

El alumno aventajado del conservatorio de Pozuelo, que ha tomado el testigo de Alicia de Larrocha en la Academia Marshall, ha hecho realidad uno de sus sueños. Con la música española por bandera. De la que es especialista. Es un concertista reconocido a nivel internacional sin tocar más teclas que las del piano. Tiene otro, relacionado con la arena de playa, los cócteles y un organillo que tardará en llegar. Porque todavía tiene cuerda percutida para rato. Y gentes por seducir. Y rutas gastronómicas por recorrer. Y castillos por conquistar.

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