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Pozuelo, Elena y un cuadrilátero

jueves 16 de octubre de 2014, 08:00h
Por las venas de Elena Goggin corre una mezcla de sangre celta y española. De padre irlandés y madre maña ha heredado su afición por deporte y la fuerza de voluntad. Es ingeniero aeronáutico, trabaja en Airbus y acaba de ganar el Campeonato del Mundo de K1 en el Open World Amateur disputado en Londres.
Le pregunto por su apellido y me cuenta que sus padres son filólogos y que se conocieron un verano en Irlanda. Imáginate un noviazgo sin móvil y a kilómetros de distancia me dice y suelta la primera de la decena de risas que amenizará nuestro encuentro. Cuesta imaginar a la dulce y encantadora Elena subida a un ring y repartiendo a diestro y siniestro. Pero me enseña las fotos con el peinado de guerra y las medallas -además de la de oro en la Clase B de la capital del Támesis se trajo la de plata en la Clase A- y me voy haciendo a la idea. Con el visionado del video se me ponen los pelos como escarpias.

Elena confiesa que hace cuatro años se enganchó a una afición que combina el kickboxing con otras técnicas procedentes de diferentes deportes y artes marciales como Muay Thai, Karate, Taekwondo o Boxeo y que ha batido récords en las audiencias televisivas en Japón. Desde entonces ha participado en una docena de combates y en uno de ellos enfrentándose a una rival profesional. A la que pudo haber ganado de no haber estado "fundida" tras disputar cuatro rounds en la final del Campeonato del Mundo. Nada de eso imaginaba cuando estudiaba en el colegio Liceo Sorolla y jugaba al tenis en el polideportivo Carlos Ruiz. Esa época en la que su padre le hablaba en inglés y ella le contestaba en español. Todavía hoy lo sigue haciendo (segundas risas).

- ¿Qué recuerdos tienes de tu infancia en Pozuelo?


Me acuerdo de mi barrio. Alrededor de las casas no había nada más que campo y ahora está la Avenida de Europa. También de mis compañeros del Liceo y de las clases de tenis en el Carlos Ruiz y de voleibol en El Torreón. Siempre me ha atraído el deporte y desde pequeña lo he practicado. Mi padre era muy bueno jugando al tenis y en Irlanda ganó algún trofeo. Por eso me apunté a las clases con Javi y con Gerardo. Luego cambié de centro educativo y me fui al colegio de Boadilla del Monte en el que mi padre daba clases pero seguía haciendo vida aquí con mis amigos. Y practicando natación, baloncesto, atletismo... A día de hoy creo que he practicado todos los deportes habidos y por haber. Hasta la vela en el pantano de San Juan con alguna escapada de regata a la costa. En Irlanda hay mucha afición y es contagiosa. De aquella época me acuerdo de la emoción de vivir mis primeros madrugones para ver los encierros de las Fiestas de Pozuelo.

Top Gun y los tanqueros

Nunca los corrió pero pudo haberlo hecho. Porque Elena se atreve con todo. Tanto es así que decidió estudiar ingeniería aeronáutica porque como muchos niños quiso ser astronauta. La diferencia con el sueño infantil de tantos es que ella lo sigue pensando. Es una fan incondicional de todo lo que tenga que ver con los aviones. Lleva subiéndose a ellos prácticamente desde que era un bebé para visitar a su familia irlandesa y cuando fue capaz de articular palabras le decía a su padre que quería ventanilla. Tras realizar el bachillerato por ciencias y la selectividad, como era una alumna aplicada -empollona sí pero sin gafitas dice para, acto seguido, soltar otra carcajada-, decidió matricularse en la Politécnica.

- ¿Es tu interés por el espacio el que te lleva a estudiar ingeniería aeronáutica?

Pues sí y la verdad es que yo no era consciente de la dificultad. Siento una fascinación por los aviones y pensé que aquello era lo mío. Hasta que hice el primer examen y lo suspendí. Entonces lo que pensé fue ¡Dios mío donde me he metido! La verdad es que fueron años muy duros porque la carrera es muy difícil pero tenía que seguir adelante. A veces no veía el final y me decía a mi misma que debía haber hecho otra cosa pero lo conseguí y ha merecido la pena. Siempre he sentido la necesidad de investigar todo lo relacionado con el espacio y los satélites. Me veía como en las películas planificando la misión. Por entonces quería ser piloto de caza pero sin poner en riesgo mi vida y eso era complicado. Además tenía que hacer la carrera militar... pero llegué a comentárselo a mi madre.

Y entonces voy yo y le digo que a lo mejor le marcó un poco la película Top Gun. O Tom Cruise. O las dos cosas. Y Elena mueve la cabeza de arriba abajo y sonríe todavía más. Luego me cuenta que siempre ha sido muy positiva, muy optimista y que se plantea retos difíciles porque se ve capaz de alcanzarlos. Con la calificación de Matrícula de Honor en su proyecto fin de carrera -sobre un helicóptero de búsqueda y rescate- dejó atrás las puertas de la facultad esperando que se abrieran las del mercado laboral. Pero tardaron más de lo que ella imaginaba. Casi al mismo tiempo Alberto apareció en su vida. Ahora la comparten y no es lo único. También profesión y lugar de trabajo.

- ¿Qué pasa cuando terminas la carrera?

Lo normal... que empiezo a echar curriculums y a buscar trabajo. Pero no fue una tarea fácil. Yo hice la especialidad de Vehículos Espaciales, la rama más difícil de todas, pensando en que podría abrirme camino por ahí pero es una opción laboral complicada porque es un círculo muy cerrado. Terminé en marzo y hasta noviembre no encontré trabajo. Andaba un pooco perdida pero de repente recibo una llamada de Airbus y justo ahora voy a cumplir cinco años en la empresa. Es la corporación industrial más importante de la Unión Europea dentro del segmento de negocio de la aviación y el espacio. Mi trabajo es muy bonito y tiene mucho que ver con lo que tantas veces hemos visto en el cine. Por ejemplo, compramos aviones civiles y los convertimos en tanqueros -los que repostan en vuelo- y hacemos ensayos en vuelo. Trabajamos en Getafe y compartimos pista con la base militar para realizarlos. Estoy encantada porque he aprendido un montón. Además tengo mi grupillo de amigos.

Loca por el K1

Precisamente uno del "grupillo" fue el que le habló por primera vez de los deportes de contacto. Elena quería probar cosas nuevas y a ser posible a nivel individual. Aquello parecía interesante así que buscó un lugar donde descubrirlos cerca de su casa. Lo encontró y lo primero que vio fue una clase de Muay Thai. Decidió probar la de MMA (artes marciales mixtas) y desde entonces han pasado cuatro años y muchas emociones fuertes. Como la patada en el estómago que recibió en su primer combate.

- Ha llegado el momento de charlar sobre el k1 y de las competiciones ¿Cómo comienza todo?

Los dos primeros años fui a clases normales de MMA. Recuerdo que al principio me daba vergüenza porque muchas veces yo era la única chica. Además todo era nuevo y las sensaciones muy chocantes. Pero me lo pasaba como una enana. Luego fui cogiendo confianza y a medida que avanzaba comencé con sesiones de esparring. Tenía la impresión de que aquello se me daba bien y me decidí por el entrenamiento personalizado con Javier Esperón. Me enganché desde el primer momento. Tanto me picó la curiosidad que me iba con mi compañero de trabajo a ver combates y empecé a darle vueltas a la idea de competir. Quería hacerlo y se lo dije a Javi que un poco sorprendido me aconsejó que entrenara duro y que me lo tomara más en serio. Los dos sabíamos que llegado el momento no iba a ser sencillo porque combatir en Kickboxing o K1 no es jugar al ajedrez. Para él era una responsabilidad y no teníamos equipo de competición ni contactos. Partíamos de cero. Pero llegó el momento. Yo quería competir. Estaba segura pero nos resultó muy difícil encontrar combate.

- Y hace poco más de un año das el salto...

Un poco al vacío porque no sabía muy bien donde me metía. Para subir a un ring donde sabes que te van a pegar tienes que tener la cabeza muy bien amueblada. Gracias al k1 he conseguido vencer mis miedos, mis inseguridades -ahora no me importa que me miren cuando estoy peleando pero antes me avergonzaba- y he conseguido mantener el equilibrio conmigo misma porque cada combate tiene también algo de lucha interior. El entrenamiento en general me da confianza y ha aportado mucho a mi vida diaria más allá de la condición física. Quizás es el afán de superación el que me hace seguir en la brecha tras el campeonato del mundo y todavía con más ganas.

Lejos queda aquel primer combate de kickboxing en el que sólo pensaba en recibir lo menos posible, el primer golpe y el mar de lágrimas contenidas en los primeros rounds. Ahora Elena entrena cuatro días a la semana con su equipo -Javi y Patricia- y no se pone metas porque teme alcanzarlas. Entonces tendría que ponerse otras.
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