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Toda una vida
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Toda una vida

Como el bolero de Farrés

lunes 20 de abril de 2015, 07:00h
María Carvajales nació en Boal y poco después se embarcó con los suyos rumbo a Uruguay huyendo de la guerra. Su padre era abogado y republicano y su madre una maestra adelantada a su tiempo que pintaba y escribía artículos en La Voz de Asturias. Con estos genes no es extraño que la mujer menuda y con ojos de mar que fue portavoz del PSOE en el Ayuntamiento durante cuatro legislaturas haya tenido una vida digna de ser llevada al cine.
María Carvajales en Uruguay. Años 40.
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María Carvajales en Uruguay. Años 40.
Porque como las estrellas María tiene luz hasta cuando con voz aterciopelada y un particular acento -que se niega a abandonar- comienza a contarme su exilio a Montevideo y los avatares vividos durante veintitrés días en un barco inglés. Es una gran narradora y mientras me refiere el detonante de su viaje imagino la escena. El cabeza de familia intercambiando impresiones sobre los métodos para obtener información de los detenidos con guardias civiles sentados a su mesa y una velada amenaza que termina con la caída de la cuchara de la madre dentro del plato.

A los pocos días el padre arregló papeles y consiguió un visado para abandonar el país con destino a Uruguay donde poseía una propiedad que había adquirido a un paisano asturiano durante su estancia en Argentina. Corría el año 1937 y aunque no había ningún cargo en su contra había estado en la cárcel y con cuatro hijos y uno más en camino el temor precipitó la salida hacia el puerto de Lisboa. Que pudo haber sido intentona si la madre no se hubiese percatado de que su primogénita llevaba en el bolsillo una comprometedora carta. Mejor que lo cuente la protagonista...

- ¿Cómo de peligrosa podía ser una epístola escrita por una niña de ocho años?

Mucho. Yo había oido hablar a mis padres de los abusos de la guerra y escribí una carta a mi vecina contándoselos. Cuando llegamos a Tui con un salvo-conducto pero con mucho miedo a mi madre y a mí nos desnudaron y mamá se dio cuenta de que yo llevaba algo en el bolsillo. Cuando leyó la carta casi se desmaya. Pidió permiso para ir al baño la rompió y la tiró al baño y me dijo que si nos llegan a coger la carta nos quedamos en España para siempre. Además de las palabras en papel llevaba una muñeca preciosa que me abrieron por la mitad para comprobar que no había nada dentro. Me la mataron. Después cruzamos el puente a pie delante del carro que llevaba los baúles. Al llegar al otro lado mi madre que estaba embarazada se puso a rezar y mi padre le animó a dar las gracias a Dios un poquito más tarde.

La travesía en El Alcántara -así se llamaba el buque que llevo a María y a su familia a Uruguay- no fue fácil y a ella por ser la mayor y por el embarazo de su madre la nombraron responsable de sus hermanos que dice se pasaban el día correteando por la cubierta y con problemas intestinales. Al llegar a Montevideo se instalaron en un hotel hasta que alquilaron una casa y después levantaron una vivienda propia de dos plantas en un barrio al lado del Estadio Centenario y cerca de la playa. Dedicado al negocio inmobiliario el padre adquirió a la viuda de un alemán que había llegado a Uruguay huyendo de la otra guerra -era nazi- un granja a 18 kilómetros de la capital. Allí se trasladaron y a partir de ese momento la bicicleta se convirtió en una prolongación de María. Sobre dos ruedas llegaba a la parada del autobús que le llevaba primero al liceo y después a la facultad.

- ¿Qué recuerdos tienes de tu infancia y juventud en Uruguay?

Guardo todos los recuerdos. Tuve una buena vida y disfruté mucho de la naturaleza y el mar. Cuando vivía en el centro iba a la playa caminando y después me bañaba en la piscina que teníamos en la granja; un lugar maravilloso de catorce hectáreas con un arroyo, sauces, eucaliptos y naranjos. En cuanto a los estudios primero fui al Institute femenino y después me cambié a uno mixto para hacer el preuniversitario. Luego estudié derecho y me hice novia de Omar, un uruguayo de la finca vecina que estudiaba medicina.

Con el ajuar preparado y comprometida María volvió a España. Había llegado el momento de conocer sus orígenes. En su regreso a Boal conoció a Pedro al que pidió su pluma en la biblioteca. Era ingeniero de telecomunicaciones y hacía el fin de carrera en Cuatro Vientos pero pasaba el verano en el pueblo asturiano. Pedro y María se casaron en Madrid y se instalaron en un piso del barrio de Argüelles. Tuvieron cuatro hijos con los que se trasladaron a Pozuelo en los últimos años de la dictadura franquista.

Me he saltado algunos capítulos de su apasionante vida relacionados con un corazón roto, un gran negocio de cerámica, un concurso de belleza, cruceros en pareja y otros viajes. Como el último de papá. Por necesidades del guión.

- En la Nochebuena de 1973 llegas con tu familia a Pozuelo y hasta hoy ¿Por qué y qué te encontraste?

Siempre había vivido en una casa con jardín y no aguantaba el ruido de los autobuses pasando por delante de mi piso ni la terraza siempre llena de hollín. Así que nos compramos una casa en Pozuelo. Mi marido trabajaba en Standar Electric y tenía un horario laboral muy bueno. Yo me encontré un poblachón con arroyitos y pinares donde recoger piñas para la chimenea; por la parte de La Poza no había nada y allí comencé a hacer mis pinitos con el coche. Y me crucé con lo mejor: un grupo de intelectuales y artistas muy interesante. Primero con Forges, Peridis, Luis Eduardo Aute y después con Ángel Orcajo, Ute Kadner, Ana Marzoa, Jesús Gironés.... En la urbanización 109 Villas y aledaños estaba la flor y la canela. A nivel político venían los Solana desde Majadahonda. Por aquel entonces con grandes dosis de entusiasmo e ilusión montamos dos colectivos vecinales.

La política y un bolero

María me habla de una época en la que no había ayuntamientos democráticos. De una época en la que las amas de casa de Pozuelo decidieron integrarse en una asociación y ella pasar a la de vecinos. Hubo dos candidaturas, una de derechas y otra de izquierdas, con sus listas. Ganó la de izquierdas de la que ella formaba parte. Cuando llegaron los partidos políticos alguien le propuso afiliarse a uno de ellos "y en 1976 me fuí al PSOE porque me pareció más obrero y menos clasista que el resto de formaciones de izquierda".

- ¿Cómo decides presentarte a las primeras elecciones democráticas de Pozuelo?

Estaba en la asociacion de vecinos y alguien le dijo a mi marido que yo tenía que entrar en politica. Lo hice y Pedro me acompañó a pegar los primeros carteles. Era muy alto. Murió a los dos años de que yo resultara elegida concejal por el PSOE. Aquello fue un golpe terrible. Mis hijos y la política fueron mi tabla de salvación. El alcalde, Juan Carlos García de la Rasilla de UCD, un hombre muy abierto y cariñoso, me hizo Teniente de Alcalde y me mandó con la brigada de obras. Lo único que me dijo es que no aprovechara mis salidas para hacer propaganda socialista. Me dieron el "libro gordo de petete" como digo yo porque nadie sabía de qué iba la cosa; ni el propio secretario conocía el funcionamiento del recién nacido ayuntamiento democrático. Fue una etapa maravillosa en la que se gastó mucho en infraestructuras y en cosas que no lucían pero que eran fundamentales. Después con José Martín Crespo se sentaron las bases de la ciudad.

- Dieciséis años en la Corporación Municipal dan para mucho ¿no?

Incluso para ser candidata a la Alcaldía (risas). Como portavoz del Grupo Municipal Socialista he vivido de cerca la transformación de Pozuelo y he sido testigo de todo tipo de acontecimientos. Como la creación de la Casa de la Cultura -hoy EducArte- o la colocación de la primera piedra del polígono El Torreón sobre el que se levantaron el centro deportivo, el actual Patronato de Cultura y el Mira Teatro. Recuerdo los primeros años de trabajo a pie de calle con la única recompensa de cambiar las cosas y como defendí a los vecinos de Los Horcajos para que no tuvieran que asumir el arreglo de sus calles y como sacamos a la policía del cuchitril en el que estaba. También el proyecto del Parque Forestal de Somosaguas que los socialistas presentamos y los árboles que nos llegaron de la Comunidad de Madrid. Y las tardes y tardes que pasé con Jerónimo Martín en el Ayuntamiento estudiando un Plan General de Ordenación Urbana que acabé conociendo al dedillo. Tanto es así que Pepe Martín Crespo -al que había acusado en varios plenos de tener tres sueldos- me pidió que dejara el partido y me fuera con él de asesora. Le dije que aquello era venderse barato. Soy una mujer de principios.

María Carvajales abandona la política en 1995 entre la esperanza de comenzar una nueva vida más tranquila y la frustración de no haber visto rematado en PGOU. A partir de ese momento su vida discurre entre las clases de cerámica y pintura y los suyos -adora a sus tres nietos- hasta que decide volver a la Universidad -de Mayores- y estudiar tres años de Humanidades y dos de un postgrado en Literatura. Siempre le ha gustado escribir y nunca ha dejado de hacerlo recogiendo premios literarios como el ATENEA que amenizó la tuna en Salamanca o el que le llevó a la Costa Azul a vivir una experiencia increíble con mujeres del Mediterráneo.

- Y ahora María con ocho décadas y media ¿En qué momento estás y qué te queda por hacer?

Vivo un momento duro en lo personal tras perder a Henry con quien he compartido la última década y que me comprendía al 100%. Era francés y tuvo una infancia muy dura marcada por el asesinato del padre -que presenció- y una adolescencia de duro trabajo en una fábrica de quesos que pesaban setenta kilos a los que tenía que dar la vuelta todas las noches. Gracias a la casualidad y a un golpe de suerte estudió música en el conservatorio y montó su propia orquesta. Por hacer me queda volver a mi mundo... dedicarme al jardín y a poner en orden los cuadernos y revistas que guardo desde hace décadas. Y enfrentarme a lo que me espera cuando caiga del nido. También me gusatría hacer algo de teatro y seguir viajando y escribiendo.

Apago la grabadora y María enciende el aparato de música que preside su salón. Mete una casette y tras unos segundos de REW y FF encuentra lo que quiere que escuche antes de irme. Es su voz interpretando un bolero mientras Henry toca el órgano. Entonces pienso que la asignatura pendiente de María Carvajales es una novela. Autobiográfica.




  • María con su marido y sus hijos. Pozuelo. Años 70.


  • Fiestas Patronales. Pozuelo 1980.


  • María con la tuna en Salamanca tras recoger el premio Atenea.


  • María y sus hermanos.


  • María y sus nietos.


  • María arreglando algunos desperfectos en su patio.


  • Colocación de la primera piedra del polígono El Torreón. 1991.

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