Han pasado casi 70 años y el corazón del barrio del tren está muy cambiado. De la cafetería que vendía helados con gran terraza que sirve de escenario natural a los protagonistas de la imagen; una muchacha de Pozuelo y su sobrino, hijo de Tomasa Rodríguez Maganto, no queda ni rastro.
Ahora en lugar del velador con sillas metálicas hay una fuente ornamental que cambia de color, un edificio de oficinas que discurre paralelo a la vía del ferrocarril con tiendas, bares y restaurantes. Y alrededor decenas de viviendas en bloque con bajos comerciales.
En el callejón cercano -hoy calle de Nuestra Señora del Carmen- quedan pocas casitas bajas de la época. Como las que había cuando la madre del pequeño que mira a la cámara desde el carrito contrajo matrimonio y su hermano, Santiago Rodríguez Maganto, amenizó la fiesta tocando su bandurria acompañado por dos acordeones. Sobre el camión que el tendero del barrio Víctor Martín, utilizaba para el reparto de fruta.