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Querer y no Poder. Alguien que tuvo la suerte de ser madre

martes 02 de noviembre de 2010, 08:25h

Carta de una madre con un hijo joven con problemas de drogas.

Los años pasan, la vida corre, cuando piensas que ya podrás dedicarte a ser feliz tu mente comienza a tener que vivir de recuerdos para poder sentir felicidad, momentos de risas, de abrazos, de palabras bonitas, de juegos compartidos, de ilusiones, de inocencia, de sueños compartidos, de respeto, de comunicación, de consejos y todo porque inesperadamente la alegría se apagó.

Todo aquello que esperabas se derrumba, todo cambia sin darte cuenta, todo se vuelve oscuro y dejas de reconocerle, quieres volver a encontrarle, le quieres recuperar y ya no sólo por tí, por un instinto egoísta, sino por él mismo.

Le llevé en mi ser durante nueve meses y eso hizo que estemos unidos para el resto de nuestras vidas por un lazo especial, seguramente de color verde esperanza. Sé que él sufre, sé que en su interior siente decepción consigo mismo, pero es tan orgulloso que no quiere ayuda, prefiere engañarse y pensar que desde que quiera puede volver a ser quien era, que desde que quiera podrá volver a ser libre y feliz sin tener que depender de una sustancia, prefiere pensar que no tiene ningún problema.

Por qué ser una persona sensible trae tantos problemas, él lo es, cómo habiendo sido tan inteligente no logra serlo para tomar la decisión de encaminar su vida, no lo quiere hacer y él sólo él es quien tiene que decidirlo. Una vida truncada, una vida sin objetivos, una vida vacía, sin ilusiones. Cuántas noches sin dormir buscando una respuesta a tantas y tantas preguntas en mi cabeza y en mi corazón, porqué, cuál fue el momento en que tomó ese camino, en qué he fallado, quizá nuestra rectitud realmente fue perjudicial en su educación, hubiera sido mejor que yo hubiera consumido para que él no lo hiciera y lo digo porque me he hecho esa pregunta en ocasiones al conocer gente que consume y que tienen a su alrededor a hijos que no lo hacen.

Desde que tienes un hijo tu vida se divide en dos y cuando tienes dos tu vida se divide en tres. Siempre soñé y deseé tener una familia feliz, era mi objetivo, fue mi ilusión, fue mi objetivo, no necesitaba coches, ni casas, ni joyas, nada material, sólo necesitaba amor, armonía, risas, sólo eso. Fue tanto pedir, ¿existe la justicia? No lo creo.

Es su vida me dice, que le respete me pide, pero le quiero y no puedo dejar de hacerlo, no puedo quererle de una manera irresponsable, quiero su bienestar, quiero una vida plena para él y así no la tiene y no puedo apoyarle, no puedo aceptarlo aunque de esa forma él sienta que no le quiero. Siento impotencia, siento desesperación, siento que no estoy preparada para vivir esta situación, la manipulación, los engaños, los insultos, lo nunca deseado ni pensado.

Hablo de mi situación personal pero sé que no es un caso único, es un caso tan extendido y que se repite en tantas partes del mundo que me aterra, la pasividad mostrada por las autoridades, la aceptación social ignorando las consecuencias, el trato que se le da en los medios públicos incluyéndolo en series de grandes audiencias como algo que divierte, ¿qué hacer, deberíamos vivir aislados evitando entrar en sociedad? El lazo verde sigue conectándonos y no pierdo la esperanza de que algún día volverá, que le tendré nuevamente entre mis brazos y le miraré como el primer día que le ví y le dije “mi niño, eras tú, te quiero” y le volveré a dar un beso lleno de futuro, porque ese lazo hace que no importa lo que él haga porque le seguiré queriendo para siempre, eternamente unidos. Le quiero pero no puedo aceptarlo.

Alguien que tuvo la suerte de ser madre

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