El bueno de Don Luis preparaba con sus propias manos, en su residencia de la calle que hoy lleva su nombre, cestos de comida que acompañaba con sobres de dinero y hacía llegar a quienes más lo necesitaban. Si se enteraba de que algún niño del pueblo estaba enfermo y sus padres no tenían medios para comprar medicinas les llamaba a su casa con cualquier excusa y les ayudaba a costear los medicamentos. Hasta dejaba en la puerta de su finca cajas repletas de fruta procedente de las huertas que salpicaban la propiedad para que todo el que quisiera pudiera llevarse varios kilos a casa.
A Luis Béjar le hubiera gustado saber que el pueblo agradecido decidió poner su nombre a la calle en la que estaba situada su casa que, por cierto, todavía hoy conserva una huella de la magnífica propiedad que presumía de paseo de la parra, huertos y frutales. Pero, como a muchos otros, el homenaje a sus nobles gestas le llegó tras abandonar este mundo. Después de la guerra se decidió cambiar el apelativo a la que en las primeras décadas del siglo pasado se llamo calle Bailén -con este nombre aparece en un plano fechado en 1902-. Pero el nombre de batalla no fue el único que tuvo la actual Luis Béjar. En Pozuelo de Alarcón, la Florida y Moncloa, un libro publicado en 1891, en el capítulo noveno, el autor hace una referencia a la calle Bailén pero aclara que antes fue Obscura: "hay un café con su correspondiente billar cuyo propietario es Blas Jiménez Estebán y está situado en la calle Bailén (antes obscura) y consta de dos pisos, con delicioso emparrado, bajo el cual se efectúan los deleites gastronómicos, en la planta principal hay tres mesas de billar del sistema Laorga".
Vida, milagros, el rey y una escopeta
Luis Béjar Colet nació el 13 de diciembre de 1877 en Madrid donde muere el 14 de mayo de 1944. Según documentos pertenecientes al archivo del cabildo catedral estudió toda su carrera en el seminario madrileño como alumno interno obteniendo en todas las asignaturas la calificación de Benemeritus menos en los dos cursos de Teología Dogmática. En su tercer año de Latín, Retórica, Historia Universal e Historia Natural fue premiado con la nota de Meritiusimus.
A finales del siglo XIX el estudiante excelente estuvo empleado durante cuatro años en la Secretaría de Cámara de la diócesis de Madrid con el cargo de oficial honorario sin sueldo hasta que el 21 de junio de 1902 fue nombrado oficial de número del Negociado de Personal y Órdenes Sagradas con sueldo ordinario. El 21 de diciembre de ese mismo año fue ordenado Presbítero y nombrado capellán y oficial de la iglesia parroquial de San José cuyo cargo compaginó con sus estudios. El 18 de febrero de 1910 obtiene el grado de licenciado y abandona la capital rumbo a Málaga para convertirse en Canónigo de su espléndida catedral. En mayo de 1916 S.M. el Rey, por decreto, tiene a bien trasladarle a la canonigia vacante de la Santa Iglesia Catedral de la villa y corte de Madrid por promoción de D. Ezequiel Mudarra y Romero. En la capital del reino discurre casi toda la vida laboral de Luis Béjar y Pozuelo es su remanso de paz.
Durante su vida eclesiástica Luis Béjar ocupó diferentes cargos y todos de responsabilidad. Pudo haber sido director espiritual del Rey Alfonso XIII porque sus descendientes reconocen que existió una amistad entre el monarca y el cura. Cuentan que su graciosa Majestad premió al sacerdote por sus méritos nombrándole Caballero de Calatrava; una órden militar-religiosa, fundada en el siglo XII en el Reino de Castilla por el Abad Raimundo de Fitero con el objetivo inicial de proteger la villa manchega de Calatrava. El 3 de julio de 1903, según los archivos del cabildo catedral, fue nombrado Rector de la Concepción Real de la Calatrava; el templo situado en la calle Alcalá en el que descansan sus restos mortales.
María Luisa López y Hernando conoce de primera mano la historia de Luis Béjar. Su padre, Ángel López Béjar, era sobrino del canónigo de la Catedral de Madrid y en su residencia de Pozuelo pasó muy buenos ratos. También sabe que existió una relación de amistad y respeto mutuo entre su tío abuelo y el rey Alfonso XIII. Tanto es así que el monarca regaló al cura una escopeta de caza que, en principio, iba destinada al Conde de Romanones. Lo sabe porque ahora ella la guarda en su casa como el más preciado de los tesoros. María Luisa reconoce que su antepasado ayudaba a la gente más humilde pero también se relacionaba con la nobleza. Hace años, en un documental de televisión, le reconoció saludando a Alfonso XIII y asegura que además entabló amistad con una marquesa muy caritativa que destinó parte de su fortuna a la construcción de viviendas para pobres en el centro de Madrid. El sacerdote se ocupó de adjudicarlas a los más necesitados.
En busca de aire puro
Luis Béjar vivía en la calle Mayor pero su vinculación con Pozuelo tiene mucho que ver con la necesidad del sacerdote de respirar aire puro. A comienzos de los años veinte del siglo XX decide comprar una propiedad en un pueblecito tranquilo a pocos kilómetros de su centro de trabajo. La finca en cuestión estaba cerca cerca de la plaza y pertenecía a un señor de apellido Panero. En tiempos remotos, los terrenos en los que el cura puso su mirada albergaron la primera fábrica de curtidos de Pozuelo. En el momento de la compra disponían de varios pozos y numerosas huertas.
La magnífica propiedad que adquirió por 26.000 pesetas estaba situada en el tramo final de la calle Bailén -hoy Luis Béjar- y se extendía desde las ahora dependencias municipales hasta la Travesía de Tahona ocupando los terrenos sobre los que hace algunos años se levantaba la sede de la empresa INDAS, el Hotel Pozuelo y las viviendas y locales comerciales aledaños.
La intención del padre Luis era convertir la villa en un lugar de encuentro para su familia y disfrutar de un ambiente saludable en un entorno natural privilegiado. La gran finca estaba presidida por un caserón y los jardines con estanques refrescaban las soleadas tardes de verano. El agua de los pozos regaba hermosas huertas de verduras y frutales que el dueño había cedido a los hortelanos. Paseos orillados de vegetación y dos grandes avellanos completaban un paisaje único; un paraiso terrenal con delicioso paseo de la parra. También había caballerizas, cuadras para animales y corrales para las aves que se disfrutaban a la cazuela enpepitoria acompañadas de pan recién horneado. Cuando llegaba el verano los hermanos, cuñados y sobrinos del sacerdote se reunían en la finca de Pozuelo. Todo era alegría hasta que sonaron las sirenas. Cuando terminó la guerra Luis Béjar se deshizo de su finca de recreo y la vendió por 250.000 pesetas al señor Mendiola que la transformó en almacén de hierros.
Agradecimientos y Fotos B/N: María Luisa López y Hernando.
Foto 1: Luis Béjar
Foto 2: Grupo en la casa de Pozuelo. De izquierda a derecha : Luis Béjar, su hermana Antonia Béjar, Marina Béjar (sobrina de Luis), Eusebio López Béjar y Angel López Béjar; hijos de Antonia (sobrinos de Luis). El niño es Pepe Béjar. el único que vive y ha "traspasado" el apellido del sacerdote.
Foto 3: Paseo de la Parra. Finca de Pozuelo.